una lágrima se le ha caído, al azul puro.
Y del primer arroyuelo, quieto de dolor
el cielo roto y la lluvia seca, sin Juan.
A la diamantina presencia me confiero
a los huesos, a los músculos vencidos.
Y al alma que escriben los amigos,
a la música, a la poesía, a la copa de vino.
A la soledad de la montaña, al camino
al gozo de los días compartidos.
Al no te olvides de que nunca más hermosa
que desnuda está la idea.
Aquí,
que a prisa la vida, una vez en Granada
la luz y la voz con nosotros estuvo,
hermoso cupido soberano rey, Juan.
D.e.p.
Rafael López Gámiz.